miércoles, 21 de abril de 2010

Enrique


Enrique Suson fue un místico alemán nacido en Überlingen (lago Constanza) el 21 de marzo de alrededor de 1300 y muerto en Ulm el 25 de enero de 1366.
Fue beatificado en 1831 por el Papa Gregorio XVI siendo su festividad el 25 de enero.

Suso y su amigo Juan Taulero fueron discípulos de Meister Eckhart. Los tres forman el núcleo de la escuela de misticismo de Renana. Como poeta lírico y trovador de la sabiduría divina, Suso exploró con intensidad psicológica las verdades espirituales de la filosofía mística de Eckhart. Sus devotas obras fueron sumamente populares a finales de la Edad Media.

Enrique Suson adoptó el nombre de su madre, su padre se llamaba Herr von Berg. En su libro El Libro de la Eterna Sabiduría (Das Büchleln der ewigen Weisheit), escrito alrededor de 1327-34 en Constanza, aborda los aspectos prácticos del misticismo. La última obra, que también tradujo al latín con el título de Horologium sapientiae (El Reloj de la Sabiduría) ha sido considerada la mejor obra del misticismo alemán.

Es el poeta del movimiento místico precoz, "el Minnesänger de Gottesminne". Pero su fe es puramente medieval, inspirada por el romanticismo de la época de la caballería; el individualismo, la introspección filosófica y las tendencias anti-católicas que hicieron este movimiento místico en sus últimas manifestaciones tan importantes y precursoras de la Reforma están ausentes en Suso.

En 1308, a la edad de 13 años entró en el convento de Santo Domingo de Constanza, donde realizó sus estudios preparatorios, filosóficos y teológicos hasta 1322.
De 1324 a 1327 hizo un curso complementario de teología en el Studium generale dominicano de Colonia, donde se sentaba a los pies de Eckhart, "el Maestro" y, probablemente, junto a Taulero.

Al morir el Maestro en 1328, fueron condenadas por Juan XXII veintiséis de sus tesis entresacadas y descontextualizadas con mala intención por sus enemigos. Suso defendería su ortodoxia escribiendo El Libro de la Verdad (Das Büchlein der Wahrheit). Las consecuencias fueron inmediatas: fue convocado al capítulo general de 1330 acusado de herejía, aunque no se le condenó.

De regreso a Constanza, fue destinado en la sala de lectura, de la cual, al parecer, fue trasladado en algún momento entre 1329 y 1334. En 1334 comenzó su labor apostólica. Fue admirado como predicador y escuchado en ciudades y pueblos de Suabia, Suiza, Alsacia y los Países Bajos. Sin embargo su apostolado no fue entre las masas, sino más bien entre los individuos de todas clases que eran atraídos hacia él por su singular y atractiva personalidad y para quienes se convertía en director espiritual de sus vidas.

Luchó por la observancia religiosa en los claustros. Su influencia fue especialmente marcada en muchos conventos femeninos, en especial en el monasterio de las dominicas de Katherinenthal, una famosa escuela de misticismo durante los siglos XIII y XIV, y en el de Toss, donde vivía la mística Elsbeth Stagel, que tradujo del latín al alemán algunas de sus obras, recopiló y preservó la mayoría de sus cartas y esbozó la historia de su vida, la cual él mismo desarrollaría y publicaría posteriormente con el título Vita (Leben).

Alrededor de 1343 fue nombrado prior de un convento, probablemente en Diessenhofen. Una prueba dolorosa le sobrevino en 1347 cuando fue denunciado por una mujer que lo acusaba de ser el padre de su hijo, lo que llevó a su deposición como prior, y traslado a Ulm, donde viviría hasta su muerte. Su inocencia fue reconocida en 1354.

La vida mística de Suso comenzó a los diechiocho años, cuando abandonó sus descuidadas costumbres de los cinco años precedentes y se convirtió en "el Siervo de la Eterna Sabiduría", identificando la Sabiduría Eterna con Jesucristo. A partir de entonces, un apasionado amor por la Eterna Sabiduría dominó sus pensamientos y controló sus acciones. Tenía frecuentes visiones y éxtasis, practicaba rigurosos ascetismos (que prudentemente moderó en sus años maduros) y soportaba con excepcional paciencia los dolores corporales, las amargas persecuciones y las penosas calumnias.

domingo, 11 de abril de 2010

Sursum Corda!

“Con mi mirada interior reparaba en mí mismo entero, tal como soy: mi cuerpo, mi alma y todas mis potencias, y situaba en torno a mí a todas las criaturas creadas por Dios en el cielo y en los cuatro elementos, cada una en particular, con su nombre: los pájaros del cielo, los animales del bosque, los peces del agua, las plantas y la hierba de la tierra, los incontables granos de la arena del mar y las partículas de polvo que brillan en los rayos del sol, y todas las gotitas de agua del rocío, de la nieve o de la lluvia que jamás han caído ni llegarán a caer; y deseaba que cada una de estas cosas tuviera un juego de cuerdas suaves y penetrantes que yo pudiera tocar [como las de la cítara], fluyendo de la esencia más íntima de mi corazón, y que así se elevara una nueva y noble alabanza al amable y tierno Dios, por toda la eternidad. Y a continuación, misteriosamente, los brazos de mi alma se abrían y se extendían, llenos de amor hacia todas las criaturas con la intención de hacerlas cantar legremente [...]: ¡Sursum corda!

[...] En mis pensamientos acogía a mi corazón y al corazón de todos los hombres y consideraba qué gozo, qué alegría, qué amor y paz comparten aquellos que entregan su corazón entero a Dios y, por el contrario, las perturbaciones y sufrimientos, penas e inquietudes que padecen los que se atan al amor efímero. Y, con gran deseo de mi corazón, gritaba a esos corazones, allí donde estuvieran, en cualquier parte del mundo: ¡Ánimo, corazones prisioneros, salid de los estrechos lazos del amor efímero! ¡Ánimo, corazones dormidos, salid de la muerte del pecado! ¡Ánimo, corazones vanos, salid de la tibieza de vuestra vida perezosa y blanda! Volveos hacia el Dios de amor, con una conversión libre y total: ¡Sursum corda!” (Vida c. 9, 172)